Sí, el mundo se ha parado. Ha llegado un virus que ha paralizado todo, dejando con actividad única y exclusivamente lo que es realmente esencial, sin embargo tú, sigues sin poder parar. No es que trabajes en alguna de las actividades imprescindibles, al contrario, ahora estás en casa, como mucho con algo de teletrabajo, con todo el tiempo para cuidar de ti y de los tuyos, y no sabes por qué, pero sigues haciendo todo con prisas, tu cabeza no para de pensar cosas para hacer: no has terminado de hacer las camas y ya estás pensando en limpiar el baño, pero mientras, pones una lavadora y presionas a tus hijos para que terminen de desayunar y así dejar recogida la cocina, ¿Te suena? A mí más de lo que desearía.
Quizás no vayas corriendo de un sitio a otro como ibas hace unas semanas, cuando todavía no se había parado el mundo, quejándote de no tener tiempo para nada, pero en el fondo encantada de tener la agenda llena porque eso te da vidilla. Es muy posible que tu nivel de estrés haya bajado en estas semanas si lo comparas con las primeras semanas de marzo, pero aún así, no hay manera de conseguir estar del todo relajada, siempre encuentras algo imprescindible que hacer y además lo haces con prisas, como si fuera urgente terminarlo cuanto antes, tener un resultado y marcar un okey en tu lista de cosas para hacer.
¿Sabes qué? Tengo una noticia que darte, sufres el virus de “tengo que darme prisa y ser eficiente siempre” que va íntimamente unido al “no puedo estar sin hacer cosas todo el tiempo”.
Pero una cosa,
¿No nos recomiendan los expertos seguir unas rutinas durante estos días de confinamiento?
Sí, efectivamente, es importante y necesario para nuestro bienestar físico pero sobre todo emocional, el mantener unas rutinas durante estos días, pero estarás de acuerdo conmigo en que una cosa es, establecer una serie de rutinas y tareas diarias que nos permita mantener activo nuestro cuerpo y nuestra mente, y otra cosa muy diferente es, llenar de forma compulsiva nuestro día a día de cosas para hacer, una detrás de otra, incluso algunas puede que te coincidan en el mismo momento ¡Vaya! Hay una clase online del gimnasio, al mismo tiempo que una conferencia que quiero escuchar, y mis amigas quieren que hagamos un aperitivo por videollamada, ¡ah! y a mi hija le dije de hacer un bizcocho juntas. ¡Uf si es que no me da tiempo a nada! ¡Con todo lo que tengo que hacer! por cierto, no incluyo el tema de organizar los armarios porque seguramente ya lo hiciste en la primera semana de confinamiento ¿Me equivoco?
¿Te das cuenta? Vuelves a vivir la vida con estrés, con prisas, con el pié en el acelarador, sin poder parar, de hecho el planeta entero ha parado y tú sigues acelarada.
¿Entonces?
¿Es realmente esta vida la que te lleva a ese ritmo frenético y estresante o eres tú quien no puede parar ni bajar el ritmo?
Pues lamento decirte, que no es la vida, ni es el trabajo, ni es la sociedad, pues todo eso en estos momentos ha parado. Eres tú quien no puede parar, no puedes reducir el ritmo y el estrés, y sigues exigiéndote ser rápida y eficiente en todo momento aún cuando lo que el entorno te está diciendo a gritos es que es el momento de parar, de mirar a tu interior y aprender a vivir de otra forma diferente.
Foto de Andrey Grushnikov de Pexels
¿Qué consecuencias tiene para ti el “tengo que hacerlo rápido y ser eficiente siempre”?
Para empezar, sólo consigues sentirte bien cuando aprovechas el tiempo al máximo, por eso no te das permiso para descansar, porque te parece una pérdida de tiempo o simplemente porque tu cabeza no te deja sentarte. Entras constantemente en una vorágine de actividad que es agotadora, pero al mismo tiempo no te puedes permitir descansar “con lo todo lo que tienes por hacer”, así sometes a tu cuerpo a un estrés constante y ya te digo que tarde o temprano tu cuerpo te dirá “hasta aquí hemos llegado”, porque tu cabeza diciéndote todo lo que tienes que hacer no tiene límites, pero tu cuerpo ya te digo yo que sí que los tiene (y te lo digo por mi propia experiencia).
Tu autoestima y el valor que te das como persona depende de lo eficiente y productiva que eres, te valoras en función de las cosas que haces. Te pongo un ejemplo muy clarificador, si a lo largo del día has conseguido hacer muchas cosas y consideras que has sido productiva, te sientes satisfecha y entonces puedes dormir más o menos tranquila, pero si por el contrario, el día no ha sido por así decirlo “muy productivo”, todo lo que ha ocurrido en ese día es como si no tuviera valor, empiezas a sentir cierta ansiedad al mismo tiempo que comienzas a machacarte con todo lo que tienes pendiente y tu autoestima se ve muy mermada. ¿Te resulta familiar?
Es decir, que te valoras sólo en función de las cosas que haces, tu valía como persona la pones en lo que haces no en quien realmente eres. De hecho a toda esta forma de funcionar subyace un mandato interno que viene a decir “si no soy productiva y eficiente no valgo”.
Todo esto hace que seas incapaz de disfrutar de los momentos y de simplemente estar aquí y ahora. Estar viendo toda la tarde películas, o en el sofá sentada con tu pareja sin más, te hace sentir que estás perdiendo el tiempo y eso te genera una gran angustia. No puedes terminar de disfrutar de esos momentos porque tu cabeza empieza a traerte todas esas cosas que tienes o que podrías aprovechar para hacer, entonces es como si una fuerza se apoderara de ti, que te lleva a hacer algo para “aprovechar más tiempo”. Realmente agotador.
Te enfadas frecuentemente con los que están a tu alrededor porque no van a tu ritmo, les exiges ir en contra de su propio ritmo para adaptarse al tuyo, y es que te resulta muy incomodo hacer las cosas despacio, con calma, sin prisas, para ti es incomprensible el “hacer despacio” o “el hacer en otro momento” con lo cual, ver que los demás no van a tu ritmo es realmente muy difícil de sostener, te frustras y acabas enfadada con todos ellos, haciéndolo tú todo porque acabas antes, y con la errónea idea de que nadie te ayuda y que tienes tú que cargar con todo.
¿Y esto como se cura?
Curarse lo que se dice cursarse del todo, no sé si será posible, pero de lo que estoy segura es que puedes aprender a amansar a la fiera y vivir con más tranquilidad y serenidad, sin perder tu capacidad para hacer las cosas. Porque en determinadas situaciones es necesario hacer las cosas de prisa y ser lo mas eficiente posible, de hecho la productividad y la eficiencia son excelentes cualidades personales que debemos desarrollar, el problema es, cuando se convierten en el único motor de tu vida y tu satisfacción y valía personal gira en torno a ellas, porque como todo, por bueno que sea, llevado al extremo acaba convirtiéndose en nuestro mayor enemigo.
Foto de sharon wright en Unsplash
Bueno, pues ahora sí, voy a contarte las estrategias que a mí me han servido y que me siguen sirviendo, porque como te he dicho antes, curarse del todo no se cura, y la cabra siempre tira para el monte, lo que cambia es que cada vez te das cuenta antes de que la cabra se está escapando y la traes de vuelta al buen camino.
- Toma conciencia y observa cuando se te activa el exceso de productividad. Esto es fundamental porque si no te enteras de que estás en modo hiperproducción e hipereficiencia, difícilmente podrás pararlo, y esto aunque parezca sencillo no lo es, porque está tan integrado en tu forma de vivir que es lo normal. Además, como a prior, no es un comportamiento mal visto por lo demás, sino todo lo contrario, es muy elogiado en nuestra sociedad, se hace complicado el darnos cuenta del daño que nos puede generar.
- Date permiso para parar y descansar. Ten claro que eso también es aprovechar el tiempo. Cuando notes el cansancio pero no puedas parar, porque tu cabeza te sigue diciendo: “con todo lo que te queda por hacer”, “venga un poquito más”, “pues ya que estoy hago esto o aquello”, etc., para unos segundos, haz un par de respiraciones profundas y dite a ti misma “así está bien” “es suficiente” (tantas veces como necesites). Estas frases también puedes utilizarlas cuando estés en modo relax, viendo una peli con tu pareja o jugando con tus hijos y te asalten las mil cosas que tienes pendientes, recuerda, respira profundamente y repite como un mantra “así está bien, es suficiente”
- Practica yoga, tai-chi o cualquier otra actividad física que requiera de movimientos lentos y suaves, al mismo tiempo que trabajas la respiración y la conciencia corporal. Recuerda que aprender a hacer despacio y con conciencia es el gran reto.
- También puedes empezar a introducir pequeñas prácticas de meditación o relajación en tu día a día, no hace falta que sean muy largas, con sólo 5 minutos al día observando tu respiración es más que suficiente, eso sí, se trata de practicarlas a diario. Cuando un pensamiento te distraiga, no pasa nada, deja que se vaya igual que vino. Sigue ahí, centrándote en tu respiración. Sin juicios, sin intentar controlar, sin evaluarte, sin pensar si lo estás haciendo bien o mal. Sin nada. Y vuelta a la respiración.
- Cambia el chip de cantidad, hacer muchas cosas, por el de calidad: disfrutar y saborear haciendo las cosas que son realmente importantes para ti.
- Atrévete a no hacer nada y a perder el tiempo, sí, como si fuera un reto, permítete algún espacio de tiempo como mínimo a la semana para perder el tiempo literalmente. Quizás al principio te resulte incómodo y sin sentido, incluso es posible que llegues a sentir un poco de ansiedad, pero si te mantienes en ello, respirando conscientemente el tiempo suficiente, llega un momento en que la ansiedad desaparece, y empiezas a encontrar el gustito a eso de perder el tiempo.
Quién sabe, quizás este virus, ha venido a parar el mundo para que unos cuantos aprendamos a dejar las prisas a un lado, a tomarnos el tiempo necesario para cada cosa, a ralentizar la experiencia de la vida, para así, empezar a experimentar lo que es sentirnos valiosos por lo que somos y no por lo que hacemos.
Si te ha gustado este artículo puedes compartirlo y así podrá ser de ayuda a más personas
Si lo que quieres es hacer una consulta privada, haz click en el siguiente enlace
Me asusta lo identificada que me siento. Me ha hecho darme cuenta de que no llevo el confinamiento tan bien como creía. El mundo se ha parado a coger aire y yo, como mucho he bajado una marcha. Buenísimo artículo.
Gracias Pilar,no te asustes por verte identificada, lo importante es que dándote cuenta puedes empezar a cambiarlo. Aprovecha estos días para empezar a “domesticar a la fiera”, pero con paciencia y mucha comprensión hacia tí misma.