Que las comparaciones son odiosas ya lo sabemos todos ¿verdad?, sin embargo, de una u otra forma seguimos comparándonos con los demás.
Aun sin querer hacerlo, posiblemente no puedas evitar cuando miras a otros compararte con ellos, y eso te lleva inevitablemente a dos situaciones: sentirte en una posición de inferioridad o sentirte en una posición de superioridad frente al otro, y te aseguro que ninguno de los dos sentimientos tiene consecuencias buenas para uno mismo.
Todo empieza cuando desde pequeño comienzan a compararte con los demás: tu hermano, tu primo, el hijo de María… Incluso es posible que tú fueras el objeto de admiración de las demás mamás, vecinas, maestros, y que sus hijos sufrieran las consecuencias de no poder alcanzar ese ideal que representabas. De una u otra forma, así nace la mala costumbre de vivir tu vida comparándola con la de otros, en unos casos sintiéndote inferior y en otros creyéndote mejor que los demás.
Conforme vas creciendo, te vas olvidando de ti, de tus verdaderas motivaciones y deseos. Es como si para saber si tu vida es satisfactoria, si vas bien vestido, si tu trabajo es bueno, etc., necesitaras medirte con otras personas y solo a partir de esa comparación fueras capaz de saber cuál es tu grado de felicidad y satisfacción contigo mismo.
Empiezas a anhelar las cualidades, habilidades o la vida de otros y que tu consideras “ideales”. Así es como dedicas gran parte de tu tiempo a intentar conseguir ese ideal que el otro tiene, sin tener en cuenta quién eres tú realmente, tus habilidades, tus dones y las cosas buenas que ya tienes. O al contrario, necesitas continuamente hacer y tener cosas para sentirte superior , exigiéndote cada vez ser más perfecto y mantener esa “superimagen”.
Sea cual sea tu caso, lo triste es que pierdes tu centro y tu propio criterio, y al final solo puedes saber de ti comparándote con otro.
¿Cómo te perjudicas al compararte con otros?
Las comparaciones son injustas, entre otras cosas porque generalmente comparas tus puntos débiles con los puntos fuertes del otro, así seguro que pierdes, ¡que no te quepa la menor duda! Cada vez que te comparas le quitas mérito a tus esfuerzos, habilidades y logros, lo cual impide que valores todo lo que eres capaz hacer.
Cuando te comparas con otros dejas de centrarte en ti, te abandonas y dejas de trabajar en tus verdaderas motivaciones y tus más genuinos deseos. Olvidas tu propia vida y te centras en tratar de igualar la vida de otro. Bueno, para ser más precisos, lo que deseas es solo esa parte de la vida del otro que has idealizado, porque en todas las vidas hay luces y sombras. Aunque a veces se idealiza tanto al otro que solo vemos sus luces y nos castigamos viendo meramente nuestras sombras.
Mientras más distraes tu atención en lo que otros hacen, dejas de trabajar en lo que te incumbe y que realmente es de tu interés.
Pero también hay otro lado más oscuro en la comparación, y es como te decía antes, cuando al compararte con otro te sientes superior o mejor que él. ¡Qué alimento para el Ego! Te llenas de soberbia y vanidad, perdiendo la humildad y la mirada amorosa hacia el otro. Y eso, si somos sinceros, todos en algún momento lo hemos sentido ¿verdad?
¿Qué hacer para dejar de compararte con los otros?
Pues lo primero como siempre, tomar consciencia de que te estás comparando. En muchas ocasiones nos comparamos con otros sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo, a mí al menos me pasa, y lamentablemente con más frecuencia de la que me gustaría, pero hasta que no le puse atención no me di cuenta de cuantas veces lo hacía, y la verdad es que me sorprendió y te aseguro que no me hizo ninguna gracia.
Cuando te pilles comparándote con otra persona, cambia el sentido de tu atención y dirígela hacia ti, céntrate en lo que es verdaderamente importante para ti, tus objetivos, tus deseos, y pon tus energías a trabajar para conseguirlos. No descuides tu jardín por estar pendiente del jardín de tu vecino.
Dale valor a tus logros, a tu experiencia de vida, a tus pequeños o grandes éxitos personales y profesionales. Todos hacemos a lo largo del día muchas cosas bien y que tienen su valor, aunque al compararte con los demás se convierten en invisibles.
Sé más considerado contigo mismo y con los demás. Cuando te pilles sintiéndote inferior frente a las cualidades de otro, recuerda que te estás comparando solo con sus puntos fuertes obviando los tuyos, y te aseguro los tienes y muchos. Si por el contrario te descubres poniéndote en una posición de superioridad, tómate unos segundos y hazte las siguientes preguntas ¿Para qué necesito sentirme en una posición superior? ¿Qué me aporta sentirme por encima del otro? Te sorprenderá la respuesta o quizás no…
Da gracias por lo que tienes, agradece todas esas cosas (no sólo las materiales), que como son “normales y “habituales” no te paras a darles la importancia ni el valor que tienen, pasando totalmente desapercibidas en tu día a día: tienes salud, una cama, una familia… Para mí, uno de los mejores ejercicios para sentir una vida más plena es dar gracias.
Y para terminar este artículo, una cita que me encanta:
“La única persona con la que deberías compararte es con la persona que eras ayer. Esa es la persona a la que debes superar y en la que debes fijarte para ser mejor”.
Sigmund Freud
¡Feliz vida solo comparada con tu propia vida!
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Hola Ana,
Como siempre, tus buenos consejos son un soplo d aire fresco que estimulan cuerpo y alma.
Muchas gracias por tu dedicación.
Un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras Estela, son un gran refuerzo para seguir escribiendo. Un abrazo
Hola Ana, me siento muy contenta de poder acceder a tus lecturas, texto sencillo y útil tampoco tiene comparativa alguna, je je…
Sencillamente me gusta!!
Muchas gracias Marina, me alegro de que te guste. Un gustazo tenerte por aquí.